Saturday, June 10, 2006

Un día muy perrata

Aunque eso de publicar mis intimidades, es decir, eso de hacer un diario público nunca me ha gustado y me parece una cosa de desocupados, y una vitrina absoluta de ego y vanidad (el mismo hecho de tener un blog es un desocupe de por sí) quiero simplemente compartir con alguien la triste experiencia del día de ayer.

9:00 a.m. Nada. Un sueño interminable, un peso que me rompe la espalda de la altura de la nuca, hasta los riñones. Unas ganas incansables de seguir durmiendo. Estaba molida. Como Gregorio Samsa al despertar, me sorprendo por el voluminoso abdomen que me impider ver el resto de mi cuerpo, tardo un rato en darme cuenta que se trata de la pequeña Tebi y retomo la calma. Enciendo la tele, Jota Mario habla sandeces como siempre y una estúpida televidente llama a decir que le quiere, me indigno, ¿cómo alguien puede llegar a ese estado patético de falta de vida? (me refiero a la televidente)


9:30 a.m. Llama Bola. Tenemos una cita y lo he olvidado. Tantas noches en vela anestesiando mis oídos con Pro-tools, los ojos y la cabeza cuadrículados como un maldito G-5, me tienen como una zombie. -ok, ok, en seguida voy-

11:00 a.m. Bola me espera en el
cubo K. Decido tomar dos buses para llegar más rápido. El segundo bus me deja en a 7ma con 53. Un chico se sube a vender frunas; me antojo de dulce pero prefiero dejarlo para después, se hace tarde y el bus avanza rápido. Guardo apresuradamente la billetera en el bolsillo de afuera (en el que uno nunca debe dejar nada) y en las escaleras de la puerta trasera una mujer trigueña se tropieza conmigo, se disculpa en seguida y yo la miro con desconfianza. Reviso el bolso y todo parece estar bien, sin embargo prefiero revisarlo con más calma en tierra firme; las escaleras de un autobús que está a punto de avanzar nunca son un lugar seguro para una mujer embarazada.

Sobre la acera de la 7ma me doy cuenta de que, en efecto, ha desaparecido mi billetera. Me devuelvo al autobús, pero en un acto de astucia, la perra que tropezó conmigo segundos antes, salta hábilmente la registradora de la puerta delantera y semáforo en verde, cruza a toda velocidad hacia el occidente. El chico de las frunas (quien supongo era su cómplice) señala el recorrido de la mujer, pero ya está muy lejos. Los carros avanzan y mi pequeña Tebi me impide correr o si quiera caminar con agilidad. De nada sirve gritar, la séptima a esa hora es un hervidero inmundo, un gran claxon enfermizo, una nube negra de diesel, y probablemente nadie me escucharía de haber pedido ayuda.

Me siento impotente.Lloro por el desgraciado robo, por lo estúpido que fue, por la ira, porque he quedado con 200 pesos en el bolsillo, por la infame mujer que aprovechó mi estado para lucrarse. Siento que las mujeres embarazadas estamos tan imposibilitadas como los ancianos o los niños. Pienso que quizás fue mejor así, que de haberme percatado del robo frente a su ejecutante, probablemente reaccionaría enfrentándola, y ella no hubiera tenido ningún problema en aventarle un puño a mi pequeña para safarse de la situación. Debo aclarar que mi llanto no se debía al robo en sí mismo -pues en mi antiguo barrio del centro ya estaba acostumbrada a tanto rufián- mi llanto se debía a la miserable situación de esa mujer que se aprovechó de mi prominente panza.

Sigo llorando a torrentes. Un hippie zanquero que cruza la avenida me mira con ternura y conmiseración- Púdrete maldito hippie- Pienso. Vete a hacer tu teatro barato en otra parte. Lárgate con tu saco artesanal y tu cháchara de poeta de barrio a otra parte.

11:35, me encuentro con Bola. Dairo le acompaña. Este último comienza a irritarme. Ha cambiado, se ha convertido en un sujeto egoísta, pretencioso, y en lo que más odia él mismo: una loca. Creo que desde que mandó a operar su maldita nariz operaron de paso su cerebro y seguramente una lobotomía accidental lo dejó así. -amigo, te estás convirtiendo en lo que más detestas- le digo a Dairo. La verdad es que me entendía muy bien con el reservado homosexual que era, que con la loca pantallera y pretenciosa en la que se había convertido. terminamos el bounce, terminamos la entrega y ya de nuevo soy persona.

6:00 pm. Me comunico con Luito, le cuento mi desgraciado día. "Mis papeles, mi dinero....". Me recoge en el Cubo K. Vamos a comer sushi. Esta vez cambiamos mi restaurante de cabecera -al que he sido fiel por muchos años- por uno nuevo sobre la 11. Me sorprendo. El maki (el nigiri es muy caro, casi lo mismo y no llena) de allí resulta ser mucho mejor que el de mi restaurante (aunque no hay rainbow por ser un menú coreano y no japonés), más económico, y además incluye sopa de miso gratis!!!. Algo bueno debía ocurrir. Una pequeña recompensa a mi paladar y a mi destrozado ánimo. Recuero a Mikage, la protagonista de una novela que me cautivó en la adolescencia, ella decía que la buena cocina y el buen paladar lograban opacar por más profundo que fiera, cualquier dolor del alma, siempre que hubiese una nevera cerca, y claro, una buena cocina.

1 Comments:

At 9:43 PM , Blogger Gosaki_Hideyoshi said...

Si, ese JotaMario es un pendejo.
Que mal lo del robo. Hay días que uno esta más llevado que el chavo.
Me gustaría saber si la infeliz mujer que te robo, lo hizo sin pensar y ahora le carcoma la conciencia. Será?
Me gusta lo q dices que podrías haber enfrentado a la ladrona, muestra que tienes valor, aunque realmente tendrías todas las de perder, aunque no estuvieras embarazada. Sin embargo mejor que ocurrió así, pues nadie salió herido, igual por unos papeles no vale la pena que te arriesgues a ti y a tu bebé.
En cuanto a tu amigo egoísta, pretencioso y “demás”, personas como él predominan hoy en día, como me molesta la gente que se vuelve presumida de un día para otro.
Que rico lo del sushi, y la comida japonesa. A mi me gusta aunque para mi es un lujo en cada muerte de obispo, por lo costosa, por lo cual en ese tema no soy muy versado. Cual es tu restaurante? No es tan caro?

Saludos, y cuídense las dos.

PSD: Perdonará tanto comentario, además de la mala ortografía.

 

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